Capítulo 4.

UN AÑO ANTES. NAIRA.


Subimos al bus mientras hablamos de los exámenes globales que se aproximan en Junio, aún queda un mes pero este año veo muy complicado aprobar todas a la primera. Tendré que estudiar todo el verano y compaginarlo con el trabajo si quiero aprobar en Septiembre y pasar a segundo de Bachillerato. Sofía en cambio, confía en no suspender ninguna y poder irse de  viaje con sus padres a México como la han prometido. 

- ¿Estás segura de que no podría ir con vosotros? Ya sabes estoy delgada, seguro que puedes hacerme un hueco en tu maleta. – Pongo ojos de corderito intentando dar pena y bromeo como hago cada vez que va de viaje.

- ¿Y no librarme de ti por unos días? Ni hablar, no podría soportar tal tortura, Además si te llevo a ti no podría llevar todos los zapatos, vestidos, bañadores y camisetas que llevaré “por sí”, ya sabes por si vamos a la playa, si vamos a tomar un helado, si vamos al cine, si vamos a hacer submarinismo, si me encuentro un chico guapo y me invita a una cita, por si me da por irme de acampada… - La dos rompemos a reír y las personas que se encuentran sentadas a nuestro alrededor nos miran extrañados.

- Hablando de chicos guapos, creo que no soy la única que pagaría por tener un hueco en tu maleta. Hace tiempo que no hablamos de Pablo, ¿Aún no lo has perdonado?

En lugar de contestar me obliga a bajar del autobús, no es nuestra parada pero se ve decidida andando hacía la salida y no me deja más opción que seguirla.

- Sofía ya sé que no quieres hablar pero no es necesario que demos vueltas tontas por Badajoz.

- La única tonta aquí eres tú, cállate y sígueme de lo contrario vas a estropear tu sorpresa. – No entiendo a que se refiere, no es mi cumpleaños ni tampoco ninguna fecha especial.

Mientras andamos veo mi reflejo en el cristal de un pequeño bar, dentro varios hombres juegan sus cartas y toman un café rodeados de amigos, ríen y disfrutan. Junto a él hay un comedor social, en su puerta varias personas esperan su turno de manera ordenada en una fila. Todos tienen un mismo objetivo conseguir un plato que poder llevarse a sus bocas. Son las dos caras de la sociedad. No puedo dejar de sentirme mal por no valorar todo lo que tengo. De repente una idea llega a mi cabeza.

- Espérame un momento, vuelvo enseguida tengo que hablar con alguien.

- Pero Naira si no conoces a nadie, ¿dónde puedes ir? – observa cómo camino hacia el comedor, ella se queda parada a penas da crédito a lo que ve.  – Vamos a llegar tarde.

- Enserio es un segundo, te prometo que no tardo.

Dejo a Sofía frente al bar y continuo caminando hasta la puerta, entro por la entrada de voluntarios y veo a un señor con barba hablando con otras cinco personas. No sé qué decir y por ello espero hasta que alguien me ve y viene hacia mí.

- ¿Te has perdido? ¿Necesitas ayuda? -  Es una señora no mucho mayor que mi madre, tiene una sonrisa que resalta las arrugas que se arremolinan alrededor de sus ojos cansados.

- No, en realidad solo quería saber si necesitan alguna voluntaria. No tengo mucho tiempo libre debido a que ayudo a mi madre con su librería, pero ahora que se acerca el verano podría pasarme algunos días para ayudar si les parece bien.

- ¿Te gusta leer? Son muchos los niños que acuden todos los días para tomar el almuerzo. Ya sabes lo complicado que resulta para sus padres ver a sus pequeños sin nada más que lo poco que les damos. Estábamos pensando en hacer algún taller tras el horario de comida para que interactúen y jueguen contando así con las mismas oportunidades que el resto de niños de su edad, había pensado un cuentacuentos o la realización de teatros. Sería una experiencia interesante y educativa de la que estoy segura aprenderían mucho. ¿Te interesaría ayudarnos? Ya se ha ofrecido otro voluntario por lo que compartiríais la carga entre ambos.

- Por supuesto, cuente conmigo. Aquí le dejo mi teléfono, me pasare por aquí lo antes posible para hablar un día con usted.

- Oh cariño, no me trates de usted no soy tan vieja como aparento en realidad. Mi nombre es Leire.

- Lo siento, no quería hacerla sentir mayor. Yo soy Naira, me alegro de haberla conocido.

Leire me despide con la mano mientras vuelve con el resto de sus compañeros. Nada más salir veo a Sofía hablando por teléfono, no se da cuenta de que estoy llegando y puedo oír como avisa a alguien de que llegaremos en 5 minutos. Después cuelga y se vuelve hacia mí. Se sorprende por mi cercanía pero rápidamente se recupera y finge que no pasa nada.

- Menos mal, creía que tendría que entrar a buscarte. ¿Qué es lo que te ha llevado tanto tiempo? Bueno da igual muévete y rápido. Ya hablaremos más despacio después y me contarás que es lo que te traes entre manos.

Tras andar un poco más llegamos al teatro López de Ayala, Sofía se para y sonríe.

- Voila! Hemos llegado a nuestro destino – Hace una reverencia algo exagerada y me guiña un ojo. No puedo más que romper a reír, siempre ha sido muy teatrera.

Llevo meses queriendo ver el musical “Mamma mia” y cuál fue mi sorpresa al ver anunciado que vendría a nuestra ciudad. Desde entonces he leído todas sus críticas en Internet y los periódicos difunden a bombo y platillo el gran éxito que está teniendo. He llegado a rogar por las entradas a mama pero en el último momento cambié de opinión, aunque no sin mucho esfuerzo. Anunciaron que Pablo López actuaría el próximo mes de julio en el palacio de congresos y como gran fan que soy no podía perdérmelo. Sin más remedio tuve que renunciar a la entrada del musical y aquí estoy ahora parada frente a sus puertas con una entrada en la mano y la boca abierta queriendo comerme a besos a Sofía.

- Pero… - A penas consigo articular palabra- ¿Cómo has conseguido las entradas? Tú nunca tienes dinero y mucho menos lo empleas en algo que no sea una fiesta.

- Ya sabes, una siempre tiene sus contactos.- dice mientras se ríe a carcajadas - No podía seguir viéndote con esas ojeras y ese estado de ánimo. No puedo ser la reina de la fiesta si voy sola y mucho menos si te llevo a ti con esa cara.

Estaba harta de que todos me tuvieran lastima pero era mucho peor saber que mi mejor amiga había tenido que llegar al nivel de llevarme a un musical – los detesta - solo por verme mejor. A ella la conocí cuando teníamos tres años, su madre y la mía eran muy amigas desde pequeñas. Ambas se quedaron embarazadas prácticamente en la misma fecha y después mi madre se separó y encontró en ella su punto de apoyo. Todos los sábados quedaban en el mismo parque para que Sofía y yo jugáramos juntas aún viviendo en barrios diferentes y ellas se entretenían charlando sobre novedades literarias, una de sus mayores pasiones. Siempre me había gustado el carácter de su madre que estoy segura fue la que transmitió a Sofía la capacidad de quedarse con la parte buena de las cosas, nunca la he visto llorar y eso que pasamos juntas prácticamente las 24 horas del día. Ella es la más extrovertida de las dos, la cabecita loca. Todo el mundo la adora y es popular en el instituto, si hay una fiesta ella estará allí y como no, yo a su lado. No es porque me gusten sino porque con el paso de los años todo el mundo se ha dado cuenta de que somos inseparables y ya por inercia me invitan a todas las fiestas. Tampoco es que yo no tenga buena relación con los demás chicos sino que siempre he pasado más desapercibida. Con el trabajo en la librería apenas tengo tiempo para salir y mucho menos para pasar la tarde en el centro comercial hablando de cosas de chicas.

Nada más entrar en el teatro vemos al tío de Sofía, él ha estado siempre para ella y para mí, casi como otro padre puesto que vive con su hermana. A su lado está Bea, su hija. Ella es algo extravagante tiene media cabeza rapada, sus ropas son siempre ajustadas dejando poco a la imaginación y en su muñeca lleva tatuada una rosa negra que pierde sus pétalos. A pesar de lo que pueda aparentar es la más sentimental de las tres, adora ir con nosotras a ver películas de amor de hecho fue ella quien me recomendó el Diario de Noa, mi nueva película favorita, tras mi ruptura. Nos abrazamos con fuerza y me recuerda que todas las cosas ocurren por algo y está bien que vuelva a empezar de nuevo. Pasamos toda la tarde viendo juntos el musical, al salir nos despedimos del padre de Bea y vamos a la heladería más cercana Real que además vende el mejor helado de toda la ciudad.

Nada más entrar lo veo y juro que si mi corazón pudiera romperse en mil pedazos una vez más lo haría aquí y ahora. Lleva un pantalón vaquero que le sienta genial y su camiseta preferida aquella negra con un montón de dibujos que compramos juntos una tarde que fuimos al Faro. Su brazo rodea los hombros de una joven rubia, cuya cara recuerdo de memoria. He repasado mil veces aquella noche, el día antes de navidad cuando los vi por primera vez hablar. Aquel día pensé que era tonta por sentirme celosa, él nunca me engañaría, yo era su para siempre. Que tonta fui.

Noto como Sofía se pone rígida a mi lado, Bea en cambio me empuja a la fila ajena a lo que sucede y es entonces cuando lo ve. No me da tiempo a sujetarla, con una mirada impenetrable se dirige hacia él dejándonos parada a ambas en la fila. Por un momento veo la sorpresa de Rael cuando mira distraídamente hacía atrás y la ve, no le lleva mucho tiempo encontrarme entre la gente y veo la vergüenza en su cara. Mueve la cabeza tensamente en señal de afirmación a lo que sea que Bea le dice, la rubia en cambio sonríe divertida con la situación. No puedo mirar por más tiempo su cara, no puedo soportar respirar el mismo aire, no puedo pensar en todos los recuerdos con él, no aguanto la idea de sus manos en ella ni que ya no sea yo la mujer a la que quiere. Tengo que salir de aquí antes de montar un espectáculo. Sofía me entiende y deja que salga a tomar el aire sola.

Solo que en esta ocasión corro hasta llegar a un banco frente al Ayuntamiento, donde un mimo regala una flor a una niña pequeña que acaba de echarle unas monedas. La niña se sorprende y la enseña a todos los que están a su alrededor diciendo que es una princesa. No puedo retener más las lágrimas, las mismas que corren una vez más libremente por mi cara. Lloro por todo lo que pudimos ser juntos, por no poder olvidarle, por creerme cada una de sus palabras, por no borrar sus recuerdos y por amar ver su cara aun en este momento. La niña se percata de mi presencia y corre hacia mí mientras me tiende la rosa que acaba de recibir.

- Hola, ¿Por qué lloras? ¿Es por qué a ti no te ha dado una rosa? Puedes quedarte la mía, mi mama dice que una flor siempre hace feliz a una mujer.

Sonrío ante su inocencia, ojala todo fuera tan fácil como para ser curado con una rosa. La niña sigue hablando.

- También puedes comer helado, cuando mama llora come y come sin parar helado. – Siento ternura por su gesto.

- Hola he oído que eres una princesa y ellas siempre llevan una rosa en su cabello justo así –se la coloco con cuidado encima de su oreja derecha- si te la quito quizás me confundan a mí también con una y yo no lo soy. Pero tranquila te haré caso y comeré helado.

La niña me guiña un ojo conforme con mi explicación y vuelve con sus padres. En cambio, el mimo baja de la caja y me tiende otra rosa. Lo miro y busco en mi bolsillo alguna moneda que pueda darle, antes de que pueda encontrar alguna él agarra mi mano y pone en ella la flor y un pequeño papel. Observo como regresa a su caja y vuelve a quedarse muy quieto. Siempre he admirado a los mimos por su infinita paciencia, yo no podría estar quieta por mucho que lo intentara. Con curiosidad abro el pequeño papel, en él hay una frase: Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único. La reconozco es de Agatha Christie. Junto a ella hay un número de teléfono junto con una sonrisa. Miro fijamente al mimo, ¿Cuántos años podría tener? Es tan alto como yo pero realmente no sabría decir nada acerca de él excepto que es delgado.

Decido que ya está bien de lamentaciones y antes de que Sofía y Bea se preocupen regreso a la heladería, no sin antes dedicar una última mirada al mimo. Cuando me acerco un grupo de japoneses ocupa la puerta. En estos días Badajoz se llena de turistas deseando ver la Alcazaba. Cerca veo a mis amigas hablar que nada más verme me tienden un helado de doble bola de chocolate, mi preferido. Juntas regresamos a casa, por el camino pienso en el papel guardado en mi bolsillo pero decido que es mejor no contarlas nada porque conociéndolas seguro que harían de un detalle tan pequeño un autentico Best-seller. Aún tengo ganas de llorar pero finjo una sonrisa y reservo todo para esta noche cuando en la soledad de mi cama una vez vierta toda mi pena y me torture por no darme cuenta antes, por no ver venir lo que pasaría antes.



Comentarios

  1. Hola guapa!!
    La historia parece interesante, al volver de vacaciones me pongo al día!!!

    Besitos 💋💋💋

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus bonitas palabras, ya me irás contando que te parece.
      Un besazo 😘

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El BOOK TAG UNDER 200.

INICIATIVA: ¡Seamos seguidores!